La foto de la derecha es del 22 de noviembre de 2015.
Lo que a esta casa le acontece, como acontece al resto de Rodellar y tantos otros lugares de la geografía, es el proceso de pérdida de una entidad a cambio de otra. Por supuesto que es preferible que la vida continúe, pero bien cierto es que ya no se trata de "aquello" sino de "otra cosa bien distinta".
Una casa espaldada es la ruina de lo que fue. Pero, en cierta medida, sigue siéndolo porque sus escombros testimonian con sus presencia aquello, y solo aquello, que eran.
Restaurada, rehecha, ya deja de sufrir el paso erosionador del tiempo para, en su lugar, experimentar una desconfiguración. ¿Qué queda de la forma (del fondo) que tuvo?
En resumidas cuentas ¿qué nos va quedando en realidad de la supuesta entidad tradicional y rural de la que se ven vestidos los centros turísticos de la actualidad? Casa Cañuto (como, entre otras, Casa o Zrujano, la que hace más de un siglo alojó a Briet) ya no son de la familia de origen. Por diversas circunstancias, todas suficientemente legítimas o inevitables, fueron vendidas a nuevos inquilinos venidos de fuera que las habitan con más o menos asiduidad y con un uso u otro. Los habitantes (y no las familias) se renuevan, las casas y las eras (buscar aquí) se remodelan, los carros y burros ya desaparecieron en favor de los coches, al igual que los perros que, de cuidar rebaños o buscar trufas, han sido sustituidos por una multitud que deambula al compás veraniego de los visitantes. Al lado de todo ello, la mayor parte de la identidad que configuró Rodellar sigue pasando por los mismos avatares de invisibilidad y olvido que sus antiguos habitantes; la barbería y la herrería solo las recordaremos en fotos (ver aquí y aquí), el torno de aceite malvive resignado a la intemperie, a Cruz d'as Graderas es agredida regularmente (ver aquí), la de San José se tiró por tierra (ver aquí), la Piedra d'as Tres Cruces (ver aquí) primero fue rota y luego desaparecida, los muros de piedra seca se van al suelo. Podríamos seguir la lista.
Sin embargo, la memoria de todo ello sustentada por todos los que la conocieron, los detalles diseminados y disimulados que perviven, la mirada curiosa y persistente de quienes buscan, suplen (forzosamente) todo lo demás.
Asumiendo las pérdidas (la naturaleza del tiempo es así) todo lo que se desconfigura puede volverse a configurar.