Todas las antiguas vidas del Valle de Rodellar formaban parte de la normalidad de los días. En general no hubo nunca mayor trascendencia que la memoria local, que se transmitía verbalmente, sin importar la singularidad de lo que aconteciera. La inmensa mayoría de todo ello se ha perdido con la despoblación y el paso de los años, que tantas otras cosas se han llevado, ya lo sabemos. A fuerza de preguntar a quienes entonces todavía vivían, sabemos de algunos hechos bien meritorios, muy curiosos algunos, impensables unos pocos, ciertos todos.
Y es así que sabemos que a o Picón de Cuervo no subieron por primera vez tres catalanes en 1971 sino, unas cuantas décadas antes, el señor Cándido Lacoma de la casa homónima de Rodellar (ver aquí). O que el señor Esteban Bergés, de casa Tejedor de Otín, entró por simple curiosidad, y mucho antes que los barranquistas, en el interior de la "cueva" de os Escuros del Barranco Mascún (ver aquí).
Y que unos pocos vecinos de Otín cruzaban por la muy difícil Espata (ver aquí y aquí), también en Mascún...
A ESPATA
En los dos enlaces anteriores podemos saber de este espectacular lugar, bien conocido, del Barranco Mascún:
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El recuadro naranja señala a Espata, el recuadro rosa la arista rocosa donde se encuentra o Aujero (ver aquí), el recuadro rojo señala o Puntarrón (ver aquí) y la flecha rosa indica la zona donde se encuentra o Fornacal d'Otín (ver aquí). |
Ya hemos comentado en la ficha de la toponimia (ver enlace más arriba), que el nombre de a Espata alude con toda probabilidad a la propia aguja rocosa, cuya forma replica la de una espada. De hecho, quienes nos hablaron de este lugar (Severo Allué, Esteban Bergés, Juan José Santolaria y Antonio Monclús, todos ellos habitantes de Otín -ver página de 'informadores') se referían a este temible paso citando el lugar y no tanto el propio paso. Bien puede decirse que 'a Espata' es tal paso que se encuentra en tal lugar.También comentábamos en la ficha que esta aguja fue mencionada por Pierre Minvielle en su libro de 1974 como "Punta del Puyal" denominación que ninguno de los cuatro informadores de Otín mencionados conocían y que este autor, en este como en otros casos, confundiría.
Pues bien, este formidable espinazo del Barranco Mascún que guardaba casi olvidado este viejo y expuesto paso, ha guardado en nuestros días otra historia que, aunque moderna, ha permanecido igual de discreta y desconocida.
Merece mencionarse y hacer una reflexión a todo este respecto. Veamos.
19 de agosto de 2022
En esta fecha el escalador Edgar Tous publica una entrada en su blog Penjant d'un fil en la que explica sus escaladas precisamente en a Espata (ver aquí). A su fijación por esta esbelta aguja se añade el interés de lo que allí se encontró: una escalada anónima por el elegante perfil que mira a o Puntarrón. Lo dice claramente: "El recorregut més cridaner és una evident aresta que mira directamente al Puntarrón però que va a resultar que ja està oberta, doncs hi vaig trobar alguna expansió i algun pitó"
La reseña de esta vía desconocida la encontramos en el blog La noche del loro 2 de Luichy, en la entrada en la que se hace eco de lo reseñado por Edgar Tous (ver aquí):
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Esta es la vía de escalada, bien estética. La reseña debe ser del propio Edgar Tous, ya que es del mismo estilo de la que publicó en su blog. |
En la referencia de Edgar Tous la aguja vuelve a ser bautizada, esta vez como "Atalaya del Mascún", y Luichy añade, por indicación de Àlex Puyó, que el nombre es "Aguja del Puyal". Denominaciones todas erróneas como hemos visto más arriba.
UN MUNDO AL LADO DE OTROS
Estamos muy acostumbrados a tener noticia de lo que se hace, y propensos a la admiración del prójimo. Cada cual piensa (pensamos) en añadir la propia cuota de vanagloria, grande o pequeña, pocas veces privada y más a menudo pública.
Pero ¿qué sucede con lo que no se dice?
En este mundo de información vivimos desinformados. Y es así porque hay otro mundo que permanece callado, que simplemente se limita a hecer, sin buscar nada más. En un momento dado puede salir a luz, o tal vez no, permanecer siempre en el anonimato, incluso en la inexistencia.
Hoy por hoy esta formidable arista-espolón en a Espata nos enseña dos cosas. La primera que sabemos su nombre, el de la aguja, de casualidad, pues la memoria de quienes la conocían desaparecía con ellos. La segunda que hay escaladores que escalan para sí mismos y para nadie más, o que por alguna razón mantienen callada al menos parte de su actividad.
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