viernes, 12 de marzo de 2021

O FORNACAL D'OTÍN. Un horno y una cueva

En la correspondiente ficha del Atlas ya explicamos donde se encuentra este apacible lugar del Barranco Mascún llamado o Fornacal d'Otín (ver aquí), precisamente en un lugar hondo y complicado, caprichos de la geología.

Imagen extraida del Atlas. La línea roja sitúa o Fornacal d'Otín.


Pese a lo intrincado, tanto aquí como justo aguas arriba pasado el curioso "arco" de o Puntarrón, la zona era un pequeño nudo de comunicaciones. Eso si, salvo el Sendero d'o Turno (ver aquí) no eran caminos precisamente fáciles, ya hemos detallado anteriormente todo ello en otra entrada (ver aquí).

Pues bien, quedaba encontrar aquello que da nombre al lugar: el horno de cal. Bien poco queda, tan solo una depresión en el terreno.

O FORNACAL
El pueblo de Otín tenía antaño dos hornos de cal. Uno de ellos, el de origen más moderno, se encontraba en las cercanías de la población, junto a los campos que se hayan al pié de la vertiente occidental del Tozal Blanco (ver este tozal aquí). El otro, el que ahora nos ocupa, era mucho más complicado de alcanzar.
Christian Abadie es el primero en hacerse eco en su importante artículo de 1971 (ver página "Documentación"):
"Il existe un sentier qui part d'Otin, escalade la sierra qui lui fait face et descend dans le barranco à 50 m en-dessus de l'arche, les gens d'Otin l'utilisaient pour aller faire, en bas, du charbon de bois et de la chaux."
Adolfo Castán lo retoma de igual manera en su célebre artículo de 1976 y 1978 (ver misma página):
"Hasta este lugar bajaban los habitantes de Otín para hacer carbón y cal, descendían por el camino de Turmo, hoy prácticamente perdido."
La cal obtenida en este horno del fondo de Mascún era mucho mejor, debido sin duda a la calidad de la piedra. Muy probablemente esto explica el curso tan bien trazado (y en su tiempo mantenido) del Sendero d'o Turno.
Los vecinos que fabricaban la cal eran abastecidos desde el pueblo y de tal manera recordaba el señor Esteban Bergés (de casa Tejedor) que de niño (8-9 años) bajaba a veces la comida a quienes allí estaban trabajando (contaba la anécdota de que un día en el que estaba su padre Miguel, atajando rápidamente por una glera se cayó con toda la carga, sin mayor consecuencia dada la abundancia de provisiones).

El horno se encontraba en la margen derecha del cauce debido a lo favorable del aterrazamiento de esta orilla y a la existencia de una amplia glera (pedrera) que baja por esta vertiente.
Desde hace mucho tiempo es casi indistinguible sino se sabe lo que se busca. Tan solo queda un hoyo-depresión lleno de vegetación en un entorno en el que también abundan los arbustos.


El recuadro rojo sitúa el emplazamiento del horno. El punto naranja señala la cueva que se explica más abajo.
La foto inferior muestra el lugar del horno.

Transportar la cal hasta el Sendero d'o Turno no era muy simple. Las caballerías no podían llegar hasta el fondo del cañón y además, para alcanzarlo, había que franquear o Puntarrón.

O Puntarrón

Cuando se encontraba seco (como en la fotografía) no había mayor problema, pero cuando permanecía inundado era preciso cruzarlo por el arco gracias a una losa de piedra (hace tiempo desaparecida) que permitía el paso (algo expuesto, pese a todo).

Acabada su vida útil el destino de este tipo de hornos es la casi completa desaparición física, solo quedará la memoria. Ya vimos otro ejemplo en este mismo Barranco Mascún, en o Real (ver aquí).

LA CUEVA
Dominando el horno encontramos esta visible cavidad. No tiene nombre alguno pero la recogimos en el Atlas (ver aquí).
Como veremos, a parte de los míticos "moros" que antiguamente la frecuentaban también se acercaba más modernamente parte el vecindario de la zona.

Esta es la cueva, desde su interior y en un lateral.

En el mencionado escrito de A. Castan se dice justo antes de lo ya indicado para la cal:
"En este tramo el cañón se abre bastante; en su orilla derecha orográfica se abren unas pequeñas cavidades que en otro tiempo sirvieron para encerrar ganado."
Aunque la zona era pastoreada con cabras estos abrigos nunca contaron con cierre de piedra seca y no sirvieron para ello de manera regular, por ello la escasez de excrementos en el suelo.
Si subsisten sin embargo restos de palos cortados y ocasionales hogueras.


En buena parte el suelo se muestra removido, con cenizas y ramas cortadas.


Alguna madera quemada y el habitual palo clavado en una grieta para sujetar el morral.


Qué diferente la vida de los lugares con el paso del tiempo. Una vez más.
Y que inevitable ignorancia la nuestra al pasar por aquí. Una vez más.

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