jueves, 14 de julio de 2016

TIEMPO Y DESCONFIGURACIÓN

En la entrada que explicaba el viejo callejero de Rodellar (ver aquí) se situaba, en un solar ya vacío de a Calle Medio (continuación de a Plaza), la antigua Casa Trallero Medio.
Y en otra anterior (ver aquí) comparábamos el tiempo transcurrido en la propia Plaza desde los tiempos de Briet.

Es cierto que se comprueba el paso de los años, pero es muy curioso cuando caemos en la cuenta de los lapsos de tiempo que transcurren en fechas concretas.
Esto me ha sucedido al revisar las diapositivas de cuando visité Rodellar por primera vez, en 1972. Una de ellas permite ver lo que quiero decir.

La foto de la izquierda es de mayo de 1972.
La foto del centro está tomada el 25 de diciembre de 2011.
La foto de la derecha es del 22 de noviembre de 2015.
El punto rojo sitúa Casa Trallero Medio, pero solo puede verse en la primera, en las demás ya ha sido derribada. Y no es el único cambio que se observa.

La foto de 1972 no se diferenciaría en nada si hubiera sido tomada en 1960, el año de mi nacimiento. Y escaso, bien escaso, puede ser lo que la distinga de cuando estuvo en 1904 Lucien Briet.
Y este es el dato que de repente surge. Son 56 los años que separan esas fotos de Briet y mi nacimiento. Los mismos (a seis días vista) que yo tenía cuando fotografié ese rincón de a Calle Medio en el 2015. Han transcurrido los mismos años... ¿Significa esto algo? Desde luego, el mundo ha cambiado considerablemente más en este segundo lapso de tiempo que en el primero. Y sin embargo, el transcurrido es el mismo. Parecía que Briet estaba más lejos, pero la vida de antes está más cercana de lo que creemos. La sociedad humana va muy deprisa.

Y si a día de hoy esas tres imágenes son bien diferentes, la fachada de Casa Cañuto (la que se encuentra a la derecha de la de Trallero Medio) es todavía más testimonial:


Mayo 1972

De izquierda a derecha y de abajo arriba: 1993, 6 de noviembre de 1994, 1 de enero de 2014, 3 de abril de 2016.

Lo que a esta casa le acontece, como acontece al resto de Rodellar y tantos otros lugares de la geografía, es el proceso de pérdida de una entidad a cambio de otra. Por supuesto que es preferible que la vida continúe, pero bien cierto es que ya no se trata de "aquello" sino de "otra cosa bien distinta".
Una casa espaldada es la ruina de lo que fue. Pero, en cierta medida, sigue siéndolo porque sus escombros testimonian con sus presencia aquello, y solo aquello, que eran.
Restaurada, rehecha, ya deja de sufrir el paso erosionador del tiempo para, en su lugar, experimentar una desconfiguración. ¿Qué queda de la forma (del fondo) que tuvo?
En resumidas cuentas ¿qué nos va quedando en realidad de la supuesta entidad tradicional y rural de la que se ven vestidos los centros turísticos de la actualidad? Casa Cañuto (como, entre otras, Casa o Zrujano, la que hace más de un siglo alojó a Briet) ya no son de la familia de origen. Por diversas circunstancias, todas suficientemente legítimas o inevitables, fueron vendidas a nuevos inquilinos venidos de fuera que las habitan con más o menos asiduidad y con un uso u otro. Los habitantes (y no las familias) se renuevan, las casas y las eras (buscar aquí) se remodelan, los carros y burros ya desaparecieron en favor de los coches, al igual que los perros que, de cuidar rebaños o buscar trufas, han sido sustituidos por una multitud que deambula al compás veraniego de los visitantes. Al lado de todo ello, la mayor parte de la identidad que configuró Rodellar sigue pasando por los mismos avatares de invisibilidad y olvido que sus antiguos habitantes; la barbería y la herrería solo las recordaremos en fotos (ver aquí y aquí), el torno de aceite malvive resignado a la intemperie, a Cruz d'as Graderas es agredida regularmente (ver aquí), la de San José se tiró por tierra (ver aquí), la Piedra d'as Tres Cruces (ver aquí) primero fue rota y luego desaparecida, los muros de piedra seca se van al suelo. Podríamos seguir la lista.
Sin embargo, la memoria de todo ello sustentada por todos los que la conocieron, los detalles diseminados y disimulados que perviven, la mirada curiosa y persistente de quienes buscan, suplen (forzosamente) todo lo demás.
Asumiendo las pérdidas (la naturaleza del tiempo es así) todo lo que se desconfigura puede volverse a configurar.